Mientras el ala dura mantiene el enfrentamiento con Milei, los sectores dialoguistas de la CGT buscan acuerdos con Martín Rappallini, quien asumirá en la UIA, y consolidan un frente común con las pymes para resistir las reformas laborales.
Tras el tercer paro general, la CGT quedó atrapada en su propio laberinto: el ala dura predomina sin una estrategia clara de salida, mientras que los sectores dialoguistas resisten en minoría, condicionados por una conducción sindical volcada a la confrontación. Este escenario favorece, paradójicamente, la narrativa libertaria que acusa a los gremios de obstaculizar el cambio.
El Gobierno, que interpreta el conflicto sindical como un activo electoral, no tiene interés en abrir canales de diálogo. Frente a este bloqueo, la dirigencia cegetista más moderada explora alternativas indirectas para forzar la negociación: acercarse al empresariado.
En ese contexto, referentes como Gerardo Martínez (UOCRA) reforzaron contactos con Martín Rappallini, empresario pyme y actual titular de la Unión Industrial de la Provincia de Buenos Aires (Uipba), quien el martes asumirá la conducción de la Unión Industrial Argentina (UIA). La expectativa es que la nueva gestión fabril, con mayor representación de sectores industriales y pymes, adopte una postura más crítica hacia la política económica oficialista.
La CGT apuesta a que, junto a la UIA, puedan consensuar una agenda de modernización laboral que preserve derechos básicos y evite cambios unilaterales impulsados por el oficialismo, como la eliminación de la cuota solidaria o la reforma de las asociaciones sindicales. El antecedente del año pasado, cuando la UIA rechazó una reforma sindical impulsada por sectores de la UCR y el PRO, alienta este movimiento.
Al mismo tiempo, la CGT intensificó su acercamiento a las pymes. Esta semana, Héctor y Rodolfo Daer lideraron un encuentro con representantes de cámaras industriales metalúrgicas, textiles, plásticas y del calzado, donde se unificó el diagnóstico: la recesión y las políticas de ajuste golpean a las pequeñas empresas y al empleo.
Empresarios y sindicalistas acordaron intercambiar borradores para elaborar un documento conjunto con reclamos económicos y laborales al Gobierno. Algunos sueñan incluso con reeditar una marcha conjunta de trabajadores y pymes, como ocurrió durante la gestión de Mauricio Macri.
La estrategia no está exenta de tensiones internas: mientras unos buscan apoyarse en los grandes industriales, otros prefieren consolidar una alianza con las pymes. Por ahora, ambos caminos se recorren en paralelo, en una CGT donde, pese a los matices, crece la certeza de que la confrontación directa no alcanzará para defender el poder sindical.
