El conflicto entre París y Argel llegó a su punto más crítico en décadas. Acusaciones cruzadas, desacuerdos sobre inmigración y la cuestión del Sahara Occidental deterioraron una relación marcada por heridas coloniales.
Las relaciones entre Francia y Argelia atraviesan su peor momento en más de 60 años. En un giro que revive las tensiones históricas entre ambos países, se produjo una expulsión cruzada de funcionarios diplomáticos, poniendo en jaque los acuerdos bilaterales vigentes y alimentando una crisis que escaló en todos los frentes: político, migratorio, territorial y simbólico.
El último capítulo de esta disputa estalló el domingo pasado, cuando Argel solicitó la repatriación inmediata de 15 agentes franceses destacados temporalmente en su territorio. La respuesta de París no se hizo esperar: este miércoles, el gobierno francés anunció la expulsión de todos los funcionarios argelinos con pasaporte diplomático que no cuenten con visa válida.
“Es una medida estrictamente proporcional”, justificó el canciller francés Jean-Noël Barrot, quien calificó la decisión de Argel como “injustificada e injustificable”. Además, el gobierno francés evalúa suspender el acuerdo bilateral de 2013, que facilitaba la circulación del personal diplomático entre ambos países.
El punto de quiebre: el Sahara Occidental
La mecha que encendió esta crisis fue el reconocimiento por parte de Emmanuel Macron de la soberanía de Marruecos sobre el Sahara Occidental en julio de 2024. Este giro rompió con la postura tradicional francesa, alineada hasta entonces con la ONU, y fue celebrado por Rabat como una victoria diplomática. Pero en Argelia, que apoya al Frente Polisario y reclama la autodeterminación del territorio, se vivió como una traición histórica.
La visita de funcionarios franceses al Sahara Occidental en los últimos meses fue vista como una provocación adicional y confirmó un cambio de estrategia que Argelia no está dispuesta a aceptar.
Inmigración y presiones cruzadas
La inmigración se volvió otro eje conflictivo. Con casi 650 mil argelinos viviendo en Francia, Argel rechazó recientemente una lista de nacionales a ser deportados, acusando a París de lanzar ultimátums y amenazas. En respuesta, el gobierno francés amenazó con derogar el acuerdo de 1968, que garantiza beneficios migratorios y laborales especiales para los ciudadanos argelinos en suelo francés.
Mientras el primer ministro François Bayrou exige que Argelia repatríe a sus ciudadanos en situación irregular, Macron intenta moderar el tono y propone renegociar el acuerdo, no cancelarlo.
Influencers, escritores y la libertad de expresión
Las tensiones se agravaron con el arresto en Francia de influencers argelinos acusados de incitación a la violencia, y con la detención en Argelia del reconocido escritor Boualem Sansal, de 75 años, enfermo de cáncer y privado del contacto con su abogado francés. París considera arbitrario su arresto, motivado por declaraciones realizadas en un medio ultraconservador francés, que Argelia interpretó como un atentado contra su integridad territorial.
Heridas coloniales que no cicatrizan
El conflicto actual también reavivó el doloroso legado colonial. La comisión de historiadores lanzada en 2022 para abordar la memoria común está paralizada. Argelia calcula en 1,5 millones los muertos durante la guerra de independencia (1954–1962), mientras que Francia sostiene cifras mucho menores. La memoria de esa época sigue siendo instrumentalizada por ambos gobiernos, impidiendo un verdadero acercamiento.
La relación entre París y Argelia, siempre marcada por la desconfianza, entra en una fase crítica que amenaza con desandar lo poco que se había avanzado en materia de reconciliación. En juego están no solo los vínculos diplomáticos, sino también la estabilidad en el Mediterráneo y la situación de cientos de miles de ciudadanos en ambos países.