La producción de trigo en los valles irrigados de la Norpatagonia sigue consolidándose como un ejemplo de éxito en el desarrollo agrícola de zonas áridas. Este verano, la cosecha en el Valle Medio y el Valle Inferior del río Negro arrojó resultados alentadores, con rendimientos que no sólo cumplieron las expectativas, sino que destacaron frente a otras regiones del país.
Entre el 27 de diciembre de 2024 y el 9 de enero de 2025, hectáreas doradas fueron cosechadas, con rindes que en muchos casos superaron los 70 quintales por hectárea (qq/ha) en cultivos de ciclo corto. Las variedades de ciclo intermedio y largo alcanzaron cifras de entre 60 y 90qq/ha. Estos valores, proporcionados por el proyecto Vinpa (Valles Irrigados del Norte Patagónico), superaron ampliamente los promedios nacionales.
Para contextualizar, la Bolsa de Comercio de Rosario reportó un rinde promedio nacional de 30,2qq/ha en la campaña 2024/2025. Es decir, los campos bajo riego de Río Negro más que duplicaron los rendimientos obtenidos en las zonas de secano de la pampa húmeda. Incluso en áreas de riego de Córdoba, como Río Cuarto, los rindes oscilaron entre 60 y 70qq/ha, por debajo de los máximos logrados en la Patagonia.
Las condiciones ambientales en los valles patagónicos fueron clave. Según Alfonso Cerrotta, gerente técnico de Vinpa, las temperaturas frescas de noviembre y diciembre durante el llenado del grano fueron determinantes para alcanzar estos resultados. Además, la abundancia y calidad del agua del río Negro, con bajos niveles de salinidad, favorece el riego en comparación con otros ríos como el Colorado.
Otro factor crucial es la elevada radiación solar y la heliofanía de la región, con días largos y mayor cantidad de luz en primavera. Sin embargo, el éxito no sería posible sin el trabajo de los productores, quienes han transformado un suelo árido en un terreno fértil a través de prácticas agrícolas innovadoras.
Un ejemplo destacado es el “caso Kaitacó”, un campo en General Conesa adquirido en 2008 por Jorge Mazzieri y sus socios. Según Mazzieri, cuando llegaron, los suelos eran vírgenes y el desafío inicial fue cómo adaptarlos para el riego. Los primeros tres años sembraron maíz, pero luego comprendieron que el trigo debía ser el eje del proceso de formación del suelo.
“El trigo es el que motoriza el proceso formador de suelo y da la mejor performance a los demás cultivos”, explicó Mazzieri. Este cereal permite no sólo altos rendimientos comerciales, sino también un impacto positivo en la estructura del suelo, preparándolo para otros cultivos como el maíz.
La siembra directa es otra práctica clave en el éxito productivo de la región. Este sistema, que evita remover el suelo y conserva los residuos de cultivos anteriores en la superficie, mejora la estructura del suelo y favorece la sustentabilidad. “Preserva el carbono ingresado a través de raíces y residuos, lo que es fundamental para la productividad a largo plazo”, destacó Cerrotta.
En la última campaña, Kaitacó registró rindes de 70qq/ha en trigo de ciclo corto y de hasta 84qq/ha en lotes de ciclo intermedio. Estos resultados, además de ser altos, son estables, lo que contrasta con la variabilidad de los rindes en la pampa húmeda debido a las lluvias.
Además de los logros productivos, el proyecto de Kaitacó pone énfasis en la sustentabilidad. Mazzieri resaltó que cada milímetro de agua utilizado se traduce en mayor materia seca, contribuyendo al secuestro de carbono en el suelo. Este enfoque permite combinar altos rendimientos con un cuidado responsable del medioambiente.
No obstante, el desarrollo agrícola en la Patagonia enfrenta desafíos significativos. La falta de infraestructura, como el tendido eléctrico para los sistemas de riego, encarece los costos y aumenta las emisiones de carbono, ya que actualmente dependen del gasoil.
Eventos climáticos como heladas o plagas también representan riesgos. Plagas como la roya o el virus del mosaico estriado del trigo son amenazas constantes que requieren manejo técnico especializado para mantener la productividad.
Pese a estos obstáculos, el objetivo en los valles norpatagónicos es alcanzar una estabilización de rendimientos por encima de los 100qq/ha. Este hito ya fue logrado en un lote de 50 hectáreas de la región hace cuatro campañas, lo que alimenta el optimismo entre los productores.
El caso de Río Negro demuestra que, con prácticas adecuadas y manejo eficiente de los recursos, es posible desarrollar una agricultura de alto rendimiento incluso en terrenos desafiantes como la Patagonia. La combinación de innovación, trabajo sostenido y cuidado del medioambiente está marcando un camino hacia el desarrollo pleno de esta actividad.