En una reciente entrevista, Lacunza dejó claro su escepticismo sobre algunas políticas actuales y advirtió sobre los peligros de no levantar el cepo cambiario.
“Si los lunes aumentamos jubilaciones, los martes universidades y los miércoles los sueldos de los pilotos, el jueves subió la deuda y el viernes la inflación”, sintetizó, señalando la necesidad de priorizar entre gastos públicos y el impacto económico que estas decisiones acarrean.
Lacunza subraya que los argentinos pensamos en dólares no por costumbre, sino por décadas de experimentos monetarios fallidos que han erosionado la confianza en el peso. Con un diagnóstico claro, apuntó que la dolarización es un síntoma extremo de la desconfianza hacia la moneda local. “No es que los argentinos quieran dólares, es que no quieren pesos”, explicó.
Uno de los puntos clave en su análisis es la competencia de monedas, una “normalidad” global, según Lacunza, que permitiría elegir entre diferentes divisas sin necesidad de imponer una dolarización completa, algo que califica como no deseable.
Respecto a la salida del cepo, Lacunza plantea que es inevitable a mediano plazo y que los costos de mantenerlo podrían superar a los beneficios. Según su evaluación, aunque levantar el cepo implicaría riesgos inflacionarios, los efectos de no hacerlo, como la falta de inversión, son más dañinos para la recuperación del país. “Es más costoso mantener el cepo que levantarlo”, sentenció.
Además, Lacunza destaca que el orden fiscal y la consistencia monetaria son fundamentales para revertir los altos niveles de pobreza y encaminar a la Argentina hacia el crecimiento. En su visión, la actual gestión económica ha conseguido cierto éxito en política fiscal, pero enfrenta un desafío urgente en el frente cambiario.
Finalmente, al ser consultado sobre la situación económica a futuro, Lacunza se mostró cauto: “No es cuestión de un solo factor ni de un día para otro. Se necesitan años de reformas sostenidas para que la Argentina vuelva a crecer”.
En resumen, el economista plantea un escenario en el que los desequilibrios macroeconómicos, la inercia inflacionaria y la falta de una estrategia clara para salir del cepo son los principales obstáculos a superar. Con un llamado a la sensatez y la planificación a largo plazo, Lacunza advierte que el futuro económico del país depende de la capacidad para sortear estos desafíos sin recurrir a soluciones de corto plazo que, en última instancia, profundicen los problemas existentes.
