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Bernardo Neustadt: los 100 años del hombre que cambió para siempre la forma de hacer periodismo en televisión

Aunque su nombre cayó en el olvido y pocos reconocen su influencia, perdura hasta hoy buena parte del estilo que impuso desde los años 60 para el tratamiento de la actualidad en la pantalla chica

 

 

“Bernardo Neustadt fue el periodista más importante de la televisión argentina”. Lo dijo una vez Antonio Carrizo cuando empezaba a despuntar entre nosotros el siglo XXI. Por su amplísima mirada y un conocimiento del medio que muy pocos lograron igualar desde adentro, Carrizo tenía sobrada autoridad como para sostener sin mayores discusiones esa afirmación.

Cuando la pronunció, la carrera periodística de Neustadt estaba en franca declinación, lejos de su etapa de mayor influencia y cercanía a los lugares en los que se ejerce el poder y se toman las decisiones más importantes para la sociedad. Neustadt falleció en 2008, a los 83 años, y de aquel último tramo de actividad plena, presencia, peso y dominio de la opinión pública desde su lugar en la TV nos separa un largo trecho de casi tres décadas.

Hoy, el valor dominante de todo universo mediático es el culto fervoroso a la inmediatez. Por eso olvidamos con facilidad lo que en términos históricos pudo ocurrir apenas ayer, pero de acuerdo con las reglas actuales está a años luz de nosotros hasta que se bajó el telón de 2024 con la resonante noticia de la muerte de Jorge Lanata, el último gran innovador del periodismo en televisión. ¿Quién lo precedió en ese lugar y con esa cualidad distintiva? Bernardo Neustadt.

Desde esta perspectiva, el fallecimiento de Lanata nos llevó a recuperar una pregunta clave: ¿cuál es el modelo de programa periodístico que predomina en la televisión argentina de nuestros días? Lanata, sin dudas, rompió todos los moldes e hizo más que nadie en las últimas dos décadas para configurar en términos formales un nuevo tipo de show periodístico sobre la actualidad rompiendo reglas, llenando la pantalla de nuevas herramientas y sumando el humor y la ironía al análisis convencional.

Una pose característica de Neustadt en sus últimos años
Una pose característica de Neustadt en sus últimos años

¿Quedó superado entonces por el inevitable paso del tiempo y por la disruptiva llegada de Lanata todo lo anterior, determinado en sus líneas esenciales por la insoslayable figura de Neustadt? El momento más oportuno para responder esa pregunta aparece ahora, al cumplirse el centenario del nacimiento del creador de Tiempo nuevo. La fecha más difundida de su llegada al mundo en Rumania (su padre trabajaba en la Embajada Argentina en Bucarest) es la del 25 de enero de 1925, pero otras fuentes la anticipan para el 9 de enero. Haya sido una u otra, el legado de Neustadt no cambia: perdura hasta hoy de manera firme y extendida, aunque imperceptible. En quienes lo aplican en la tarea diaria esa influencia pasa inadvertida.

Lo mismo ocurre con la radio, el otro gran escenario de la carrera periodística de Neustadt. Había debutado en 1961, por Radio Porteña, al frente de uno de los primeros programas periodísticos matutinos del dial. “Cuando le propuse al director de la radio la idea de despertar ministros para que hablaran al aire me preguntó si estaba loco. ‘Ya va a ver que no lo va a atender nadie’, me dijo”, según recordó el propio Neustadt en el libro Días de radio, de Carlos Ulanovsky. El director aceptó entre otras cosas porque, en palabras de Neustadt, “la radio estaba en la lona”.

Un típico momento de Tiempo nuevo con Bernardo Neustadt y Mariano Grondona
Un típico momento de Tiempo nuevo con Bernardo Neustadt y Mariano Grondonahttps://elmejorplandelmundo.wordpress.com/

Todo cambió a partir de ese momento. La revolución operada por Neustadt en la radio se anticipó unos años a un movimiento de las mismas características transformadoras que se fue gestando a su influjo en la televisión. La historia deberá recordarlo antes que nada como el artífice de un verdadero cambio de paradigma en la radio y la TV de nuestro país.

¿Qué pasó en la radio desde allí? Neustadt no solo empezó a llamar a los ministros. También despertaba a otros protagonistas de la actualidad y llegaba a mantener con ellos al aire tres o cuatro conversaciones simultáneas con un interlocutor en cada línea. Tenía una destreza fuera de lo común para sostener todos esos hilos al mismo tiempo sin descuidar ninguno. A partir de esa práctica el oyente se quedaba con el diagnóstico de los temas clave de la actualidad desde más de una perspectiva. Esa fórmula, como si fuera poco, alteró de tal manera la costumbre de escuchar radio que a partir de ese momento la primera mañana se transformó en la franja horaria más escuchada, el prime time del dial.

La radio como receptora de múltiples voces pronunciándose sobre el mismo tema no tardó en encontrar de la mano de Neustadt a su equivalente televisivo, en este caso alrededor de una mesa redonda en su versión aggiornada y definitiva. Tiempo nuevo no fue el único programa periodístico de su tiempo en la pantalla chica desde su debut de 1969 en la pantalla de Teleonce, hoy Telefé. Pero nadie llegó tan lejos con el sencillo trámite de convocar a varias figuras para debatir los temas de la semana junto a Neustadt y su lugarteniente (Mariano Grondona) en las mejores temporadas del programa. Con el tiempo, y hasta la actualidad, el sistema se mantuvo sin mayores alteraciones en una progresiva convivencia con los programas periodísticos de panel. Basta con seguir las emisiones semanales de A dos voces para comprobarlo. Hay muchos más ejemplos.

Un formato que hoy es clásico

Hoy, el panelismo es el dueño de buena parte del espacio más estratégico de los canales periodísticos o de actualidad que nacieron en la TV paga y hoy se irradian hacia múltiples pantallas. Pero la nota, antes y ahora, siempre la da primero el tradicional envío conducido por uno o dos periodistas junto a invitados y entrevistados, que dialogan con ellos alrededor de la agenda más candente de la política local. Todo eso nació con Neustadt, que desde el comienzo marcó diferencias sobre el resto, entre otras cosas porque tenía una formación periodística y televisiva muy amplia.

La semilla de toda esta historia hay que buscarla en 1958, cuando finalmente aceptó la insistente propuesta de su colega Moisés Jacoby para entrar a la TV. Neustadt venía de los medios gráficos, su lugar en el mundo desde los 14 años, pero Jacoby vislumbró en aquel momento que tenía “el idioma justo para la televisión”, según se cuenta en Estamos en el aire, la historia de la TV argentina firmada por Ulanovsky, Pablo Sirvén y Silvia Itkin.

Empezó con un microprograma, La pregunta de hoy. En 1961 se unió a Pinky, figura colosal de la televisión de ese tiempo, para conducir un programa de debates que se llamó Nosotros. Otra gran estrella de la TV, la futura Mónica Cahen D’Anvers (Mihanovich en ese tiempo), lo acompañó en Lo que nunca se contó, un ciclo dedicado a contar la vida de los grandes líderes empresarios de la Argentina.

No es difícil encontrar allí la punta de un ovillo que se fue desplegando a lo largo de los siguientes años y alcanzaría su cumbre en las décadas siguientes cuando, al comienzo de cada emisión de Tiempo nuevo, lo que abría el programa era una expresión que pasó a la historia: “Estas empresas a las que les interesa el país auspician…”

El 12 de octubre 1993 el entonces presidente Carlos Menem reemplazó a Bernardo Neustadt en la conducción de Tiempo Nuevo
El 12 de octubre 1993 el entonces presidente Carlos Menem reemplazó a Bernardo Neustadt en la conducción de Tiempo NuevoLA NACION

Dice otro lúcido historiador televisivo, Jorge Nielsen, que Neustadt “se transformó en un verdadero maestro de la captura de apoyo publicitario por parte de empresas de todo tipo cuyos intereses defendía con su prédica”. Y agrega con exactitud que antes de su llegada nunca vimos en pantalla la imagen sobreimpresa de esos nombres y marcas, que desfilaban de arriba abajo en forma de reel.

Con el tiempo y hasta hoy otros encumbrados comunicadores de la actualidad mantendrían el mismo dispositivo, que también podría aplicarse en otro plano. Algunas empresas del Estado y hasta provincias o municipios también llegaron a cumplir el mismo rol en distintos programas y señales a lo largo de los años. Por más que cambiara el sesgo ideológico del Gobierno ese tipo de prácticas perduró hasta el final del kirchnerismo.

En esos movimientos también se percibe otra cualidad inaugurada por Neustadt, su proximidad con el poder. En el libro Estamos en el aire se cuenta que ya en 1963 los presidentes lo escuchaban con atención. Ese año, a instancias del cada vez más influyente periodista, José María Guido invitó a la Casa Rosada a los humoristas y cómicos más conocidos de la TV (Tato Bores, Dringue Farías) y a sus libretistas (Carlos Warnes, Landrú).

“El conductor de Tiempo nuevo sabe moverse en el conflicto. Habla cara a cara con el poder, sea cual fuere, y no piensa retirarse apesadumbrado a su casa”, se lee en la página 348 de la primera edición de Estamos en el aire. Pudo haber pasado en cualquier momento, pero la referencia alude al momento en que, mirando a cámara, le pidió a la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón que renunciara. “Señora, ¿por qué no se hace un favor a usted misma y nos lo hace a todos? ¡Libérese! Deje la presidencia para que asuma alguien más capacitado”, dijo en la emisión del 9 de febrero de 1976.

Al día siguiente, el entonces interventor del Estado en Canal 11 le comunicó que daba por terminado el contrato que lo unía a la emisora sin derecho a prórroga. No fue la última vez que se quedó sin aire por decisiones gubernamentales. Le volvió a pasar, en medio de otras circunstancias, en 1977. Solo al final de la experiencia de la última dictadura militar hablaría de la censura impuesta al programa por dicho gobierno.

Lo hizo en el cierre de una de las temporadas más comentadas de la historia de Tiempo nuevo, aquella en la que Neustadt y Grondona recibieron a la periodista italiana Oriana Fallaci, que en una memorable emisión aludió al “enano fascista” que en su opinión anidaba el corazón de la idiosincrasia argentina y habló de la conducta de “los cobardes y cómplices periodistas argentinos” frente a las experiencias autoritarias.

Una cortina inolvidable

Por entonces, el modelo de Tiempo nuevo estaba completamente arraigado en la cultura televisiva de nuestro país. También su inconfundible cortina musical, “Fuga y misterio”, que su autor, Astor Piazzolla, obsequió personalmente a Neustadt para ser utilizada en el programa. Muy lejos había quedado el origen del ciclo, una propuesta pensada para el debate político y social, pero con protagonistas muy precisos: los jóvenes.

Menem y Neustadt tuvieron una relación muy cordial, cercana y de plena identificación ideológica
Menem y Neustadt tuvieron una relación muy cordial, cercana y de plena identificación ideológica

“Bernardo Neustadt pone a la juventud frente al país. Todos los jueves a las 23.15 por Teleonce. Los mitos, los personajes y los factores de poder, sin intermediarios, ante muchachos y muchachas de 18 a 25. Un programa de tevé para la Argentina que viene”, decían las promociones. A esa primera idea se sumaron Magdalena Ruiz Guiñazú (que se alejaría pronto) y Grondona, con el tiempo devenido en mano derecha, interlocutor ideal y analista de cada emisión.

Las reflexiones de Grondona funcionaban como complemento perfecto del estilo intuitivo y llano de Neustadt, lleno de frases hechas consignas o latiguillos, dirigidas a una imaginaria “Doña Rosa” y muy fáciles de recordar. Como el “No me dejen solo” con el que cerraba cada emisión, “Terminé”, “Lo dejamos ahí”, el “Duermo tres horas” o aquello de “Prohibido criticar sin proponer” que en un momento presidió cada conversación desde un cartel estratégicamente ubicado en el estudio.

Los chisporroteos entre Neustadt y Grondona empezaron con el triunfo electoral de Carlos Menem en 1989 y crecieron hasta el punto de provocar una separación televisiva definitiva y un distanciamiento personal que se mantuvo durante muchos años. Empezaba a crecer una indiscutible afinidad ideológica entre el riojano, flamante mandatario, y un periodista que por fin sentía que algunas de sus ideas encontraban eco en un presidente dispuesto a hacerlas realidad.

Junto a Mirtha Legrand en una imagen de la década de 1980
Junto a Mirtha Legrand en una imagen de la década de 1980

El apogeo de este vínculo quedó a la vista dos veces. Primero, cuando promovió una convocatoria a la Plaza de Mayo el 6 de abril de 1990 para respaldar las políticas de Menem. En una columna con su firma publicada por LA NACION en marzo de 2002, recordó que aquella “Plaza del Sí” no se hizo para nadie, sino por algo. “Veníamos de padecer 9000 por ciento de inflación, no teníamos reservas en el Banco Central, sí teníamos paros de Ubaldini y el desastre ideológico del presidente Alfonsín”, escribió allí sobre un encuentro que imaginó para “devolvernos ánimo y autoestima”.

La segunda fue mucho más televisiva y completamente inédita. El 12 de octubre de 1993, el mismísimo presidente Menem se hizo cargo de la conducción de Tiempo nuevo en lugar de Neustadt, convaleciente en ese momento de una intervención quirúrgica. Fue una situación extrañísima, según recuerdan las crónicas de la época, porque Menem permaneció en el centro de la escena, pero en vez de conducir en el sentido clásico del término se dedicó a responder consultas y preguntas de los sucesivos invitados, incluyendo un panel de periodistas.

En un momento, Neustadt apareció en pantalla desde la cama del hospital en el que se recuperaba de la operación luciendo un visible distintivo de Racing, el club de sus amores y del que era fanático. Había pasado en los comienzos de su carrera periodística por la revista partidaria como redactor estrella, aunque en un momento poco conocido de su trayectoria (1966) se convirtió en productor de una serie de transmisiones deportivas ligadas a otra popular camiseta del fútbol de nuestro medio: Boca acepta el desafío.

El 12 de octubre 1993, Bernardo Neustadt apareció en pantalla desde la cama del sanatorio donde se recuperaba de una intervención, con el entonces presidente Carlos Menem desde el estudio, en la conducción de Tiempo nuevo
El 12 de octubre 1993, Bernardo Neustadt apareció en pantalla desde la cama del sanatorio donde se recuperaba de una intervención, con el entonces presidente Carlos Menem desde el estudio, en la conducción de Tiempo nuevoLA NACION

Aquella insólita aparición de Menem al frente de Tiempo nuevo se produjo cuatro años después del debut de Hora clave, la exitosa experiencia en solitario que Grondona puso en marcha después de “independizarse” de Neustadt. Esa separación estuvo marcada por sutiles dardos disparados desde ambos lados con reproches mutuos. El primer slogan de Hora clave fue “Lejos del poder, cerca de la gente”, una manera muy cuidadosa y sutil de insinuar que del otro lado había conexiones demasiado estrechas e incómodas con el nuevo gobierno.

Periodismo y poder

Buena parte de las divisiones y los cuestionamientos que la figura de Neustadt desató en el debate público se convirtieron con el tiempo en bandera y símbolo, en la mirada de algunos sectores políticos y sociales, de las siempre inconvenientes cercanías entre el periodismo y los poderes de turno. Pocos sectores ideológicos denostaron a Neustadt tanto como el kirchnerismo, pero fue durante esa etapa cuando se llevó al extremo la práctica de transformar programas enteros de actualidad periodística en usinas de propaganda oficialista.

Durante el largo liderazgo político de Menem, Neustadt se irá “quedando sin discurso”, como dicen los autores de Estamos en el aire. El rating de Tiempo nuevo empezaría a mermar hasta reducirse en la segunda mitad de la década de 1990 a los mínimos históricos para un ciclo que supo disfrutar en su apogeo de un gran encendido. Su conductor salió a buscar abrigo (y espacio para seguir con su prédica) en la recién alumbrada televisión por cable y en la radio, donde todavía conservaba cierto ascendiente en la audiencia matutina y los políticos seguían atendiendo sus madrugadores llamados.

Neustadt también fue un gran innovador de la radio en la Argentina
Neustadt también fue un gran innovador de la radio en la Argentina

Empezó a imaginar el futuro con algún acierto (“Hay una exigencia en la que prácticamente los periodistas tendrían que estar desnudos y ensangrentados para tener rating. A mí me gusta el vedetismo de la inteligencia, no el de la persecución o la invasión a la privacidad”, dijo en 1997) y otros vaticinios llenos de errores garrafales.

En 1999, según nos recuerda también el libro Estamos en el aire, Neustadt pronosticó que para 2004 la Argentina iba a tener otra televisión. Se equivocó casi por completo: “Van a empezar programas de investigación, Internet funcionará dentro de la televisión, habrá programas educacionales a distancia, desaparecerán los culebrones y los periodistas que se tiran encima del invitado a ver si pueden averiguar con quién se acostó la noche anterior no tendrán más trabajo”. Lo que no vislumbró en aquel momento es la influencia perdurable de su estilo, que mantienen en el aire sin saberlo (y mucho menos sin reconocerlo) hasta quienes más lo despreciaron.

Por Marcelo Stiletano

Fuente La Nación

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